23 de junio de 2009

La cueva de Ojo Guareña y el caminante extraviado

Safe Creative #0907124120013





Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.
Nunca persequí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse…
Nunca perseguí la gloria.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar…
Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar…”
Golpe a golpe, verso a verso…
Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar…”
Golpe a golpe, verso a verso…
Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar…”
Golpe a golpe, verso a verso.

Caminante no hay Camino. Antonio Machado.



Las cuevas tienen ese extraño influjo que las hace tan atractivas, esa mezcla de misterio representado por la oscuridad impenetrable y la Fuerza Natural que las hace mantenerse en pié permitiendo al mortal acceder a sus entrañas, en definitiva un regalo y una oportunidad. Es trivial acabar viendo el símil uterino de la Madre Tierra, lugar de concepción de vida, así lo entendieron nuestros antepasados (Cueva de los Casares), y nosotros también. Los arquetipos al final son eso, arquetipos.

Burgos es una ciudad interesante. En uno de estos viajes que nos hacen desgastar un poco la piel de toro hice parada y fonda para recuperar fuerzas. El Pancho con sus cojonudos y cojonudas es buen lugar para ello, doy fe y además el Museo de Burgos no queda lejos a pié para ayudar a hacer la digestión.

Pues dicho y hecho, hacia allí encaminé mis pasos y dediqué como un par de horas a pasear por sus salas. La historia de la provincia es rica en yacimientos e historias, pero para mi hay desde luego una de ellas que me atrapó sin enmienda. Los caminantes albergamos algo que nos hace reconocemos ,uno frente a otro es suficiente.


Esqueleto encontrado en Ojo Guareña. Edad del Hierro


En el norte de la provincia de Burgos se encuentra la cueva de Ojo Guareña. Ésta es la mas larga (Con mayor desarrollo) de la Península Ibérica y de las de mayor longitud del mundo(12ª) con más de 110km topografiados. El rio Guareña desaparece en su interior haciendo su recorrido bajo aquellos campos.


El rio Guareña desaparece en el interior de la tierra.


En sus infinitos recovecos ya explorados se han encontrado restos de todas las épocas y un cadáver (que ahora se encuentra en el museo). Un esqueleto que nos habla de una aventura fatal, de la desesperación en la oscuridad, de marcas de un deambular desesperado en busca de una salida nunca encontrada, de la resignación ante el convencimiento de una muerte segura.


Fíbula y Cinturón del Celtíbero de Ojo Guareña


Posiblemente todo empezó una mañana de primavera de hace 2600 años, una jornada de caza que acabaría en la oscuridad. Ataviado con su capa de lana tejida, sujeta con una fíbula de bronce. Y bajo esta capa, unas calzas rematadas con un buen cinturón labrado del mismo metal acompañado por su caballo y un perro que jugueteaba en derredor de ellos. Su poblado, -seguramente- situado en lo que hoy llamamos el cerro de la Maza, daba una visión diáfana y lejana del espacio que les rodeaba, muy distinto de las angostas y húmedas paredes de la roca que le estaban esperando.

Cerro de la Maza. Burgos


Los huecos de la tierra, que abundan en la zona, siempre han sido muy respetados y pocas veces se ha osado a introducirse en ellos más de unos pocos metros de donde el hilo de Ariadna permite retornar. Así lo atestigua la exigüidad de cadáveres en el interior -hasta ahora solamente se encontró el de este caminante-. Eso si, cientos de huellas desde el paleolítico hasta nuestros días. Y la Escalofriante sala donde se han encontrado en el barro pisadas de pies descalzos datadas en mas de 15000 años a partir de restos de las teas que utilizaron para alumbrarse.

Pisadas Paleolíticas. 15000 años.



Nuestro caminante era un joven atlético con un metro y setenta y cinco centímetros, con rasgos nórdicos posiblemente consecuencia de una mezcla entre indígenas y centroeuropeos. Se sentía fuerte, imbatible y posiblemente fue esto lo que le perdió, la oscuridad no entiende de fuerza ni de valentía. Partó y recorrió los cerca de diez kilómetros que separan el Cerro de la Maza de la entrada a la cueva a donde llegaría algunas horas después. Quizá el perro corrio hacia la cavidad, creyó escuchar el susurro de alguna divinidad, o intento esconderse de álguien que le perseguía. ¿Quien sabe?

Y del resto de la historia quizá conocemos algo más. Una vez que el caminante llego a la entrada de la cueva, avanzó por gruta aproximadamente medio kilómetro hasta el lugar donde aparecieron sus restos mucho tiempo después. El recorrido se puede reproducir y la distancia que le separaba de la salida aparentemente no era insalvable. Y digo aparentemente, ya que el que alguna vez haya practicado esta afición sabrá que en una cueva 500 metros pueden suponer muchas horas de esfuerzo intenso.


Ojo Guareña. Via Seca. Camino Recorrido por el caminante.




Una vez que había profundizado en las galerías, de forma terrorífica la antorcha dejó de alumbrar. Ese momento significó el preludio de una larga agonía que con casi toda seguridad duró varios días. Caminar en la oscuridad resulta muy complicado, los golpes en la cabeza con las rocas resultan inevitables y muy dolorosos, por esto optó por desplazarse de rodillas dejando marcas del tejido en el suelo arcilloso.


Marcas de rodillas y tejidos.


Después de algunas horas la sed le produce un gran desasosiego que le empuja a construir con sus propias manos, y todos los materiales que encuentra disponibles, un pequeña represa para contener el agua que gotea de las estalactitas. El agua le supone un alivio pasajero, lo peor estaba por llegar.


Represa para almacenar agua.


El tiempo avanzaba, y cada vez mas débil, las horas y los días transcurrían implacablemente. Finalmente intuyo que el final había llegado cruzó los brazos sobre el pecho y en un último delirio esperó a que las parcas hiciesen su trabajo. Así terminó el caminante sus días, abriéndose paso a la eternidad en la mas absoluta oscura soledad. La iniciación habría resultado fatal.



Aspecto del hallazgo del esqueleto.


Siempre habrá otros para continuar su camino ........................


Para mas información.

Grupo Edelweiss
Museo de Burgos

Próxima entrega. La roca de Filiel y el Teleno